Hablar de Marcos Lorenzo es hablar de inquietudes extremas, de su eterna lucha por el contraste estético del orden-desorden que fundidos en una misma obra le guían a concebir piezas de extremo valor plástico.
Arriesgado en sus mensajes, no busca agradar al publico con un arte llano o sutil. Por el contrario impone su expresión para que sea el espectador el que se acerque a su lenguaje. No en vano cada una de sus obras lleva un mensaje explicito y ha sido meticulosamente estudiada por el artista hasta el extremo.Despojado de elementos gratuitos, expresa su sentir en cuestiones tan comprometidas como la iglesia, la violencia, el hambre o el desamor.
Damaso Guardí (Comisario de la exposición Naturaleza Muerta - Septiembre 2010)
Marcos Lorenzo transita entre lo aparente y lo irreal. Sus obras nos conducen a abstracciones transidas de misterio, incapaces de ofrecer una sola referencia reconocible. Obras que persiguen el verdadero sentido de la estética, el embrujo de un universo imprecisable que nos acerca a la auténtica espontaneidad de un arte sin artificios, siempre despojado de elementos gratuitos. Y es que el quehacer de este artista desborda un lirismo íntimo y reservado capaz de desnudar por completo su alma para llegar a la total abstracción representativa.
Xesús Cameselle Ben
Sería fácil auxiliarse con uno de los innumerables tratados y escritos sobre la historia del arte e intentar con ello escribir un texto que a la vez que resaltara la obra de este singular artista, también reviviera al que lo escribe; aparentando con esto ante los ojos del observador que soy un ser inteligente y erudito en la materia, pero no lo voy a hacer. Hace tiempo que conozco y le sigo la trayectoria a la obra de Marcos Lorenzo, y he de confesar que desde un principio quedé cautivado ante la monumentalidad psicológica que emana su pintura. Reconozco que es difícil ser objetivo cuando de lo que se habla a priori ya te ha seducido y cautivado, pero lo voy a intentar: los que me conocen saben que no suelo andarme por las ramas a la hora de hacer algún tipo de calificación o juicio de valor acerca de cualquier asunto, y siendo fiel a esa línea, afirmo que la obra de Marcos Lorenzo es una obra cohesionada y ligada a la tradición histórica del expresionismo abstracto . Su obra se ha nutrido de las grandes obras de los artistas del pasado y es como debe ser, pero este artista nos muestra una visión y abstracción cuyo acento lo pone en la elegancia y en la depurada y controlada acción de su pincel. Su mirada percibo que atiende sólo a lo esencial ante cualquier posible suceso. Su obra está despojada de trucos y ornamentaciones gratuitas que pudieran promover la adulación y el fácil aplauso. Su pintura me traslada al terreno de lo megalítico y por extensión, a la escultura. Yo diría incluso que la fuerza del gesto del autor a la hora de aplicar la pintura sobre el lienzo, es parecida a la fuerza que imprime el escultor al martillo contra el cincel que modela la piedra. La plasticidad de este autor me evocan civilizaciones y estilos de vida pasados, pero a la vez, el artista nos presenta un savoir faire totalmente contemporáneo y actual. El colorido de su mirada nos rebela que al artista le seducen los extremos. Utiliza los colores negros en contraposición con los espacios en blanco; otras veces, los oscuros los convierte en rojos sangrientos y los blancos, en amarillentos casi mortuorios y enfermizos, utilizando los grises como miasmas latentes cuya misión parece que es la de apaciguar las tensiones que se pudieran producir en el torbellino expresivo en que se convierte su obra. En este sentido, su pintura nos habla de una lucha interior producida por estados de ánimos diametralmente opuestos. Contemplar un cuadro de Marcos Lorenzo, es como estar asomado a un abismo y con los pies al borde del precipicio. Su obra despierta en nosotros sentimientos y emociones que no solemos reconocer en nosotros mismos. Imagino una estética social denominada Marcos Lorenzo. Una estética monumental diseminada en fachadas y utensilios de diseño y de uso cotidiano. Una estética que aúne a los hombres en el sentido de la emoción de la que ésta se nutre. Una estética que consista en hacer que el hombre y la mujer de todas las razas y culturas se reconozcan como seres de un Universo que les ha sido confiado.
Francisco González Díez, Gonzho..
La característica principal de Marcos Lorenzo es que no tiene una estética o lenguaje definido, sus inquietudes internas le llevan de una lado al otro de la abstracción. No le gusta profundizar en un descubrimiento o hallazgo artístico, siempre busca pasar pagina con rapidez. Esa marcada inquietud ha sido la base de su rápida evolución y consolidación. A sus 39 años se muestra como uno de los artistas con mayor proyección a nivel nacional.
Carmen Serrano comisaria de “nada es mezquino”
Cuando se enfrenta el artista a la superficie sin rostro, le acomete una sensación inicial de impotencia, de duda, de indecisión. Marcos Lorenzo, pintor español, adivina que lo genuino en su sentido pictórico es agarrar la esencia de lo español -ese negro que se remonta a Zurbarán- y a partir de ahí ir consolidando un trabajo en que la mancha escribe por sí misma una historia plástica. Él tiene la suficiente seguridad e incontables recursos para encararlo.
No cabe duda de que es un continuador que arriba al informalismo como una vía de síntesis pero también de sinopsis, y de transgresión concebida desde dentro para que lo que salga afuera tenga la impronta de una sustancia interminable por su deseo de ser, de existir. Si en un momento determinado se experimenta una inclinación nihilista, ésta queda anulada por su carencia de tensión y de deseo.
En esta obra, empieza a considerar que unos confines han de incorporar otros, por eso la huella de una imagen blanca con fondo amarillo sucio queda atrapada por el tronco negro de la angustia, del temor a ser arrojado al exterior, a lo desconocido. Quizás sea una forma múltiple que emprende un nuevo rumbo desde premisas ya muy afianzadas, o quizás el final de un principio que todavía no ha germinado. Probablemente ésa sea la tensión que necesita para proseguir. Ojalá sea así.
Me encuentro a mi amigo Humberto bailando en el malecón en honor a Yemayá. Mientras lo hace canta:
"Orún oké orún salé ebá mi kachocho" (Dios en el cielo y en la tierra, no me dejes solo, ampárame).
Sigue bailando y dando vueltas con los ojos cerrados. Y a medida que lo sigue haciendo lo voy perdiendo de vista hasta que pasados unos instantes no lo diviso. Se ha ido pero sé que volverá.
Goyo Vigil-Escalera
Si Marcos Lorenzo, con su verdad bien inscrita en el ocaso oblicuo de la noche, hubiera nacido en la Rumanía de hace cinco siglos, habría dialogado muy a gusto con los caballeros de la época sobre la realidad enigmática del espanto, de lo sombrío prohibido por las palabras o de la atmósfera ciclópea y oscura que estalla ocasionalmente entre latidos ocres, tierras, grises y negros. Marcos Lorenzo es un artista sorpresivo, apasionado, casi agobiante; capaz de convertir su alma en un auténtico espectáculo de abstracción para dotar a sus pinturas de una fascinación extraña, onírica y rotundamente enigmática.
De su saber, brotan universos. De su silencio: galaxias y oleajes rotundos y hasta agresivos que braman en lienzos plenos de libertad y misterio. Algo así como un jeroglífico nocturno en el que las pinceladas y los arabescos, más que poderosos, son el idioma perfectamente reconocible de su trasmundo singular y personalísimo.
Estoy convencido de que Marcos Lorenzo pinta sumergido en un difícilmente alcanzable otoño crepuscular hecho de impenetrables sombras jamás desordenadas, ya que si bien su obra germina en oscuras fuerzas intelectuales, después se desnuda de todas ellas para desencadenar todo un universo creativo de líneas corpóreas, de manchas representativas, de ideas que estallan de pronto como cataratas, para ofrecer una obra de ámbito lírico y bien meditado, desde el primer bosquejo hasta el resultado final.
Para contemplar la obra de Marcos Lorenzo es necesario tener el alma en estado de gracia sin sonido para encariñarse con sus estructuras geométricas, con sus grafismos clamantes y directos, con sus espectros invisibles donde la blancura se desnuda mientras las tinieblas se hacen tejidos de negros delicados.
Marcos Lorenzo, en fin, es un extraordinario ejemplo de una abstracción lírica que se articula desde el sentimiento sin rechazar un riguroso orden compositivo.
En la perfecta comunión de ambos conceptos reside el señorío, la belleza y la armonía de su estética única y rabiosamente actual.
Xesús Cameselle Ben